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Extraños de toda la vida

marzo 09 2022

Nos conocíamos poco, bueno, todo lo que puedes conocer a una persona en dos citas. Siento que realmente ninguno de los dos había planeado el desenlace de nuestro encuentro, simplemente, sucedió.
Bebimos algo, poco, lo suficiente para reírnos de cómo el camarero corría entre el humo de algo que se quemó en la cocina y clientes que se quejaban de las demoras en su comida. Del bar nos fuimos a caminar.
Estaba nerviosa, si, algo en él me enloquecía. Claro que no se lo diría en una segunda cita.
De pronto llegamos a una esquina y freno, “Mi casa queda aquí a unos metros”, yo no esperaba que me dijera eso y creo que lo noto en mi rostro, “No hace falta hacer nada, solo para ir a un lugar cálido”, realmente tenía razón, era una noche muy fría a pesar de que la emoción calentara mi cuerpo sabía que ese calor no dudaría toda la noche.
Era una calle pegada a una estación de tren, un tanto sombría, pero a la vez encantadora. La puerta, databa de los años 60s por lo menos, si no más antigua. Una de esas viejas casas donde subes una escalera y encuentras un techo altísimo.
Él vivía con un colega que no estaba esa noche, por lo que nos sentamos en el sofá a hablar sobre todo, pero la tensión entre nosotros aumentaba, él lo sabía…yo lo sabía.
No pude resistir abalanzarme a jugar con su perro, pero no me esperaba que al levantarme del suelo, luego de jugar cual niña, me esperaría su cara a centímetros de la mía y la mirada más penetrante que mi cuerpo ha recibido en sus 27 años. No necesitamos palabras, algo en mí me llevó a besarlo, apenas tocando su rostro con mis manos. No alcance ni a respirar que sentí su pecho contra el mío y su mano en mi cintura. Nos besamos, nos acariciamos, nos sentimos por varios minutos que volaron cual segundos, sin movernos de al lado del sofá.
De pronto sentí algo…a la altura de mi vientre (él era más alto que yo), firme y de tamaño considerable, con eso confirmé que lo que estaba sucediendo a él también le estaba gustando. Noté sus nervios al ver que yo “sentí su entusiasmo”. Por primera vez, era yo quien tenía el control, la valiente, la indecente.
Lo tomé de la cintura y cariñosamente lo acerqué hacia mi (tampoco quería incomodarlo, claro), él me respiraba en el oído tan profundo que al exhalar no pude resistirme a liberar un leve gemido. Nuestro deseo nos llevó a su habitación donde la luz azul de su computadora nos iluminaría cual película de Guillermo del Toro.
Descubrí, después de años, que quería hacer el amor…
“Me encantas”, me dijo. Lo miré a los ojos y le dije que estaba feliz.
Comenzó besando mi cuello, muy suavemente deslizaba su lengua hacia mi lóbulo y se quedó allí por varios segundos. Estaba tan concentrada en su lengua que olvide que hacían mis manos, pero ellas mismas se guiaron hasta su nuca y jalaron de su cabello suavemente, como diciendo “Vete, pero ni se te ocurra alejarte”.
Jale un poco más fuerte y se separó de mí, rio y comenzó a besar mi pecho sobre mi ropa. Afuera azotaba el más frío invierno, adentro, ardía un fuego mayor.
Mi tacón se enredó en la sabana, fue un momento gracioso que realmente poco tenía que ver con la escena de película de amor adolescente y misterioso que acontecía minutos antes. Lo que nos dio una buena excusa para deshacernos de todo lo que llevábamos puesto.
De un momento a otro, me encontraba encima de él, podía sentir todo…todo su esplendor, incluso cuando aún yo tenía puestas mis bragas, las cuales eran lo único que nos separaba de lo que ambos tanto anhelábamos.
Él me tomaba de los brazos y me llevaba hacia él me acostaba en su pecho y yo era la más feliz, sus manos acariciaban mi cabello y mi mente estaba llena de todas las fantasías que había tenido y quería que sucedieran con él. El comenzaba a hundir sus dedos en mi humedad y enseguida me dio a probar mi propia miel. Su mirada penetrando mis ojos mientras lamia sus dedos.
Quería más, mucho más, mi cuerpo inquieto y tembloroso me lo exigía. De un solo tirón y como si mis piernas no lo impidieran bajo mis bragas hasta mis tobillos…sentí como su lengua recorría mi cuerpo dándome el placer que tanto deseaba. Tarde en abrir los ojos, quise sentirlo solo con mis otros sentidos, el oído, el olfato, el tacto de sus manos sobre mi cuerpo, de su lengua recorriendo mi figura.
El silencio se rompió por nuestros gemidos, por mis gritos de descontrol al tenerlo finalmente dentro de mí, moviéndose dentro de mi primero con cuidado luego con pasión absoluta.
La conexión fue tal que explotamos juntos de placer. Un orgasmo divino nos había atravesado de lado a lado, dejando el aire cargado de nuestro aroma…el más delicioso que jamás ha existido.
Terminamos la noche de una manera que creo que ninguno de nosotros esperaba…abrazados a un extraño que conocemos de toda la vida en nuestras fantasías.